viernes, noviembre 14, 2008

Bandera de la Provincia de Madrid

La bandera provincial madrileña era verde.

domingo, octubre 05, 2008

La Bandera Medieval del Reino de León. 2005(c) Ricardo Chao







Algunas monedas con tipos de leones. A: Alfonso VII
B: Fernando II, C: Alfonso IX

Antes de abordar el tema de la bandera medieval del reino, primero conviene que hablemos de su símbolo. El león aparece documentado por vez primera en las monedas acuñadas por Alfonso VII, el Emperador (1126-1157). Hasta este momento, el signo preponderante utilizado por los reyes leoneses en sus documentos y monedas era la cruz, pero a partir de ahora, ésta se irá viendo desplazada paulatinamente por el león. Al final del reinado de Alfonso VII, este animal también empezará a aparecer en los documentos regios como signo personal del monarca, y se hará omnipresente durante los reinados de Fernando II (1157-1188) y Alfonso IX (1188-1230).


La primera referencia escrita del león como símbolo personal del rey y, por ende, del reino, la encontramos en la Chronica Adefonsi Imperatoris, coetánea de Alfonso VII. En ella, al describir los ejércitos que participan en la toma de Almería, se dice literalmente: “(...)la florida caballería de la ciudad de León, portando los estandartes, irrumpe como un león (...) Como el león supera a los demás animales en reputación, así ésta supera ampliamente a todas las ciudades en honor. Sus distintivos, que protegen contra todos los males, están en los estandartes y en las armas del emperador; se cubren de oro cuantas veces se llevan al combate” (traducción de Maurilio Pérez González). Aquí hay que destacar un aspecto que muchas veces no se ha tenido en cuenta: el león es el símbolo más antiguo que existe de un reino en Europa, y es anterior al castillo de Castilla, a los tres “leopardos” ingleses y a las flores de lis francesas. Si el Emperador lo llevaba en sus estandartes y armas (escudo, sobrevesta), era debido a que León tenía la preponderancia en el reino. Cuando en otras partes de la Chronica se alude al izado de los estandartes reales en las plazas tomadas a los enemigos, evidentemente se está refiriendo a unas banderas en las que campa el león. Mucho se ha discutido acerca de si este animal representaba al rey o al reino: en el primer caso serviría para simbolizar la fuerza del soberano, pero parece más clara la identificación entre las palabras Legio y Leo que llevaría a la adopción del felino como imagen de la ciudad y del Reino. A favor de esta segunda hipótesis está el hecho de que en la Chronica el autor rima las palabras legionis - leonis.






Pero, ¿cómo era este león? ¿De qué color era la bandera? Contra lo que mucha gente pudiera pensar, no tenía mucho que ver con la tan querida bandera leonesa actual. En primer lugar, el león no era rampante, sino pasante. Todos los leones que aparecen en las monedas, signos rodados y sellos de los reyes leoneses son pasantes (unas veces orientados hacia la derecha, y otras hacia la izquierda). Sólo hay dos excepciones: los que aparecen en los escudos de Fernando II y Alfonso IX en sus respectivas representaciones del Tumbo A de la Catedral de Santiago. En estos casos, se puede apreciar que son leones rampantes, pero el motivo está claro: las figuras heráldicas siempre han de disponerse de forma que ocupen la mayor parte del campo. En el caso de un escudo, es evidente que un león pasante ocuparía sólo un tercio del campo, mientras que si lo ponemos en posición vertical, y lo agrandamos, ocupará todo el espacio disponible (después de todo, un león rampante no deja de ser un león pasante puesto en posición vertical). Así también se cumplía la norma de horror vacui tan en boga en la Edad Media (en la Historia del Arte, el término horror vacui describe el relleno de todo espacio vacío en una obra de arte con algún tipo de diseño o imagen).



¿Cuál era el color del león? En esas mismas representaciones del Tumbo A, debajo de ambos reyes aparecen sendos leones pasantes en actitud de ataque: su color es el morado - púrpura. En el caso de Alfonso IX, este león casi parece enmarcado en una bandera cuyo fondo sería de color blanco y que tendría una orla de color morado claro. Además, en el escudo que porta el monarca el león es de ese mismo color purpurado, y el fondo es de color blanco o plateado. Los mismos colores presentan los dos leones pasantes que aparecen en los arzones de la silla de montar. Según las normas de la Heráldica, a una figura de color púrpura le corresponde el campo (o fondo) de plata, que puede aparecer como blanco. Esta hipótesis se ve corroborada por el uso que se hizo del león en los escudos y estandartes cuartelados de Fernando III y Alfonso X, ya después de la unión con la Corona de Castilla (1230). En ellos, junto a los recientemente creados castillos de oro sobre campos de gules (fondo rojo), los leones son de color púrpura o morado, sobre campo de plata. Es de destacar que en los cuartelados no había sitio para dos leones pasantes, por lo que se les dispuso como rampantes para ocupar por completo los cuarteles que les correspondían. Esta es la disposición de los leones que nos ha llegado. Como se habrá podido observar, en ningún momento se ha hablado de una corona sobre la cabeza del león: este uso todavía es más posterior, ya que no aparece en monedas, sellos ni otras representaciones hasta Sancho IV (1284-1295).




Resumiendo: la bandera medieval del Reino de León básicamente consistía en un león pasante de color púrpura que ocupaba la mayor parte del campo de la bandera. El fondo era de color blanco, o gris muy claro (=plata). Bajo esta bandera combatieron los ejércitos gallegos, leoneses, asturianos, extremeños, e incluso los castellanos en época de Alfonso VII. Con la división del reino que determinó este rey, León conservó este signo, pero Castilla se vio obligada a crearse uno nuevo. Parece que al principio los castellanos utilizaron una simple cruz, pero, tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212), Leonor Plantagenet (esposa de Alfonso VIII) diseñó el famoso castillo dorado sobre campo rojo. La elección de los colores no fue al azar: Leonor estaba acostumbrada a los leones de oro sobre campo de gules de su dinastía, y además, estos colores contrastaban grandemente con los de los leoneses en el campo de batalla.



Tras la unión de las dos Coronas, León continuó existiendo como Reino, al igual que Galicia, Castilla, etc. Una de las pocas representaciones de la bandera de León como tal aparece en el cortejo fúnebre de Carlos V dibujado por Jean y Lucas Doetecum en 1559: en ella hay un león rampante púrpura con corona de oro sobre fondo blanco. Un león con los mismos colores figura en un plato de Manises del siglo XV. Hemos de suponer que, al menos al principio, la bandera que se tremolaba en León con ocasión de la proclamación de un nuevo rey debía ser semejante a la del cortejo mencionado. Y es que León tenía el privilegio de tremolar su propio pendón en lugar del de Castilla, que era el que se utilizaba en la práctica totalidad de la Corona en estas solemnes ocasiones.




Pero, entonces, ¿de dónde surge la bandera actual? No lo sabemos, pero probablemente no es tan antigua como algunos piensan. En primer lugar, conviene recordar que diseñar las banderas con el símbolo “encerrado” en un escudo en el centro responde a un uso heráldico bastante tardío. En segundo lugar, la primera descripción de un pendón semejante la encontró Waldo Merino en el acta de 18 de febrero de 1789 del Libro de Acuerdos Municipales (Filandón del Diario de León del 5 de junio de 1987); en ella se dice que el pendón de la ciudad era de color carmesí, con 6 tarjetas o pequeños escudos con sendos leones de oro, plata y seda. Sabemos que el pendón se solía renovar en cada proclamación de un nuevo rey, y así el número de escudos variaba en cada ocasión. De la misma época que el mencionado por Merino, o un poco posterior, es el pendón que se conserva en el despacho del alcalde, que consta de un escudo con un león rampante dorado en el centro, y dos más pequeños en las puntas, bordados sobre una tela de damasco de color carmesí. En mi opinión, éste era el pendón de la ciudad de León y, con el paso del tiempo, y con algunas minúsculas variaciones, acabó representando a toda la Provincia y a la Región. Recordemos que el pendón del que estamos hablando es el que se utilizó como modelo en el siglo XIX para confeccionar la actual bandera leonesa.



miércoles, septiembre 17, 2008

El escudo y la bandera de Castilla y León: historia de una apropiación indebida

por Ricardo Chao




Castilla y León, debido a los múltiples problemas y oposiciones que encontró en su seno, fue la última comunidad española en lograr su autonomía (1983). La bandera y el escudo de la comunidad autónoma de Castilla y León quedaron fijadas en su correspondiente estatuto de autonomía, concretamente en el artículo 5.º "SÍMBOLOS DE LA COMUNIDAD" , que reza así:


"1. El emblema o blasón de Castilla y León es un escudo timbrado por corona real abierta, cuartelado en cruz o contracuartelado. El primer y cuarto cuarteles: sobre campo de gules, un castillo de oro almenado de tres almenas, mamposteado de sable y clarado de azur. El segundo y tercero cuarteles: sobre campo de plata, un león rampante de púrpura, linguado, uñado y armado de gules, coronado de oro.


2. La bandera de Castilla y León es cuartelada y agrupa los símbolos de Castilla y León, conforme se han descrito en el apartado anterior. La bandera ondeará en todos los centros y actos oficiales de la Comunidad, a la derecha de la bandera española."

¿Cuál es el origen de estos dos símbolos tan denostados en tierras leonesas? Mucha gente piensa que hay que remontarlos a Fernando I, presunto primer unificador de León y de Castilla, pero ello es totalmente falso. El cuartelado de castillos y leones se lo debemos a Fernando III, que fue quien unió las dos coronas en el año 1230. Hasta entonces, el símbolo de la Corona Leonesa, al menos desde Alfonso VII el Emperador, había sido un león púrpura pasante (al que los castellanos después convertirán en rampante). Más tarde, Alfonso VIII de Castilla (que en puridad debería ser conocido como Alfonso I) acuñó el símbolo de su reino: en campo de gules, un castillo de oro aclarado de azur. Cuando Fernando III une las dos coronas, se le presenta el dilema de cuál de los dos símbolos adoptar: el monarca tomó una decisión casi salomónica y creó el famoso escudo cuartelado, acuñando así el que sería el símbolo de la Corona de Castilla y, andando el tiempo, de todo el Estado Español (siglo XIX). La Junta de Castilla y León, haciendo gala de un más que dudoso historicismo, se apropió de la enseña, por lo que hoy en día podemos verla por todo el territorio de la comunidad autónoma.
¿Fue ésta una decisión correcta? Evidentemente que no, ya que se trató de una apropiación indebida. Bajo esos símbolos no estaban englobadas las nueve actuales provincias de la autonomía (ridícula idea), sino todos los reinos de la Corona castellana; Galicia, Asturias, León, Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, Extremadura, Andalucía, País Vasco y Murcia, y posteriormente, el Nuevo Mundo. ¿Cómo se explica, si no, la presencia de este escudo en Ayuntamientos como los de Oviedo y Avilés, en edificios americanos, y en multitud de otros lugares?
De hecho, el león no representa tan sólo al reino de este nombre, sino también al resto de la Corona Leonesa; Galicia, Asturias y Extremadura. De este modo, no es de extrañar que estas regiones no aparezcan nunca en la simbología estatal española, ya que ni siquiera figuran en el actual escudo constitucional, al considerarse que están incluidas en el león púrpura.

El hecho de que la Junta se apoderara del escudo y la bandera cuartelados constituye un insulto histórico al resto de territorios que durante tantos siglos tuvieron que convivir en la Corona de Castilla, ya que bajo ellos lucharon y murieron gallegos, extremeños, andaluces, vascos, asturianos, etc., y no sólo castellanos y leoneses. Es un atentado contra la Historia de España, y las instituciones académicas estatales deberían denunciarlo. Aunque cosas como ésta no deberían extrañarnos, porque es tan sólo una muestra más de la manipulación histórica y sentimental a la que nos someten todos los días las instituciones "castellanoleonesas".

jueves, septiembre 04, 2008

lunes, agosto 04, 2008

Más sobre el pendón.Lucas Hernaez.(Revista Nuestra Castilla)

MAS SOBRE EL PENDÓN

"...Aquel Fernando venturoso espera que corone el alcázar de Sevilla de las rojas banderas de Castilla."

Así canta Lope de Vega en el libro XV, 22-24 de la Jerusalén Conquistada.

Ahí está el pendón, en campo de seda carmesí, que se conserva en la iglesia de San Martín; capilla de Nuestra Señora del Racimo o de los Arias Dávila, nave del Evangelio, de la ciudad de Segovia; el de la villa de Sepúlveda, en el salón de Sesiones del Ayuntamiento, a la derecha del estrado presidencial, rodeado de pergaminos medievales con el sello encarnado, el guión enarbolado por Isabel I de Castilla en la toma de Granada y que se custodia en la Real Capilla de la catedral granadina, como el pendón que todos los años, el 2 de Enero, encabeza la procesión cívica conmemorativa del acontecimiento histórico; el pendón depositado hoy en la Sala del Solio del Alcázar de Segovia;las enseñas de Carlos I, en seda carmesí; otra de Don Juan de Austria, de su última campaña, en damasca del mismo color que se conserva en la Armería del Palacio Real de Madrid, o los dos viejos pendones de Castilla que en julio de 1977, 'han sido bajados de la parte alta de la iglesia colegiata de Medina del Campo, donde aparecían colgados desde hacía varios siglos. Fueron bajados para su estudio por una comisión investigadora designada por el Ayuntamiento de Valladolid integrada por Don Amando Represa, director del Archivo Histórico Nacional de Simancas y Don Juan José Martín González, catedrático de Historia del Arte. Después de su examen, el, doctor Represa hizo constar textualmente que " es indiscutible que la bandera de Castilla es de color rojo carmesí".

Citaremos asimismo por último y de modo particular el pendón, rojo naturalmente, de las Navas de Tolosa, que se guarda en el Monasterio de las Huelgas (Burgos) y bajo el que lucharon las milicias concejales de Avila y Segovia en el ala derecha de la vanguardia de vizcaínos, alaveses y guipuzcoanos, en uno de los hechos más decisivos -contestación a la avalancha almohade- de la historia de España y aun de Europa.

El rojo es el color de la enseña y escudo de Burgos, y los de Soria y Avila. El color de las cruces que campeaban como distintivo de la rebelión en el pecho de los Comuneros, que por supuesto no alzaban ningún pendón morado.

Escritores, historiadores y estudiosos de muy distintas ideologías han reiterado el color rojo carmesí como el color del pendón de Castilla.

Por último en el Libro de Actas del Ayuntamiento de Valladolid se encuentra reiteradamente una descripción de que el pendón de Castilla "era grande y algo pesado, de tres varas y media de ancho y largo, de damasco carmesí, con las armas de Castilla por ambas partes pintadas en el dicho pendón".

Ante esta parrafada histórica en pro, defensa y evidencia del verdadero color del pendón de Castilla, cabe preguntarse el por qué del confusionismo con el color morado. Esto exige una explicación.

Hay que partir de Felipe IV, que por un decreto de 10 de Septiembre de 1.634 creó el "tercio de los morados". ¿Qué y quienes formaban el Tercio de los Morados, también llamado provincial de los Morados? El "tercio de los Morados" fue una guardia real en cuyo uniforme destacaba el color morado, cuya bandera ostentaba los atributos del Conde-Duque de Olivares. A esta guardia en el siglo XVIII se le denominó regimiento de Castilla (salta a la vista que su nombre es una usurpación a nuestra región) y más posteriormente se le llamó "Regimiento del Rey" con la calificación de Inmemorial. En 1.824, al restablecerse el régimen absolutista fue disuelto como las demás tropas constitucionales por la represión de Fernando VII y su bandera depositada en, la Iglesia Mayor de Reus, donde se encontraba su Plana Mayor. De allí pasó en el mismo año a la Basílica de Atocha y en 1.849 a la Real Armería; pero esta bandera-pendón de los Morados nada tiene que ver con el pendón de Castilla sino que fue simplemente el de la enseña personal del Conde-Duque de Olivares, fundador del "tercio de los Morados". En realidad tampoco realmente era su color morado según el concepto actual del violeta oscuro, próximo al azul, sino rojo grana como el zumo de la mora (de ahí lo de morado). Así en los inventarios antiguos de la iglesia de Atocha el "pendón de los morados se cataloga como "estandarte de damasco encarnado con fleco de seda en toda su circunferencias".

El tránsito al morado oscuro como símbolo de expresión de la democracia castellana se opera por la conjunción de dos factores: De una parte los Borbones españoles consagraron con valor oficial para la Casa Real el color morado en lugar del púrpura que antes había sido el oficial de la realeza. El artículo 15 de la Instrucción sobre insignias, banderas, honores y saludos, aprobada por, real decreto de 13 de Marzo de 1.867, determina que el estandarte real sea una bandera cuadrada de color morado, que se izaba en los edificios y buques en que, se encontraba el Rey. De otra parte, la sociedad secreta de "Los Comuneros" formada en 1.821, secta desgajada de la masonería española, se hacían llamar sus miembros "caballeros de Padilla" y editaban un periódico, "El eco de Padilla", usan en sus ritos escudos de hojalata y se organizan en torres, castillos, fortalezas y casas fuertes. Su simbología según refiere Cesáreo Fernández Duro en sus "Disquisiciones naúticas" (1.877-81) refiere que en su estatuto prescribieron que el estandarte de la sociedad (que llamaban "estandarte de Padilla" y al que Galdós califica de harapo) sería el morado con un castillo blanco en el centro, y por distintivo individual una banda morada.

Por todo lo expuesto y de acuerdo con la tradición histórica hay que concluir que EL GENUINO PENDON DE CASTILLA ES EL ROJO CARMESI y la adopción de este genuino pendón es una de las facetas en la que debemos apoyarnos para sacar del insomnio y de la postración a todos los castellanos.

LUCAS HERNAEZ
(Revista Nuestra Castilla)

martes, julio 22, 2008

¿ANTEPASADO DEL PENDON? Lucas Hernaez (revista Nuestra Castilla)

¿ANTEPASADO DEL PENDON?

De todos es conocida la Historia de España en un nivel más o menos cultural Por todo ello, el castellano como pueblo tiene el deber ineludible de una enseña que lo simbolice y represente, el Pendón de Castilla.

No se asusten que no es un engendro de la madre naturaleza, desafiando todas las leyes biológicas habidas y por haber, no fue creado, pero nació del pueblo.

Investigaciones históricas, en el digamos árbol genealógico, del Pendón de Castilla, toparon con un remoto antepasado del Pendón de Castilla, el cántabro.

Para ello hay que remontarse en la Historia y retroceder tiempos ha. En Hlstoria de los romanos se expone e¡ testamento de Augusto y si bien llama romanos a los estandartes recuperados, debe referirse a los mismos cántabros, cuando dice: «He recuperado gran número de estandartes... los recobré de los hispanos, venciendo a los enemigos que los retenían». Se preguntarán, ¿no se explica qué es el cántabro?, sigan, la lectura, no desmayen y prosigamos. Aurelio Fernández Guerra, en su obra «Cantabria» publica una carta a él dirigida, cuyo remitente parece apoyarse en un texto de Plinio, que dice: «Un signo particular les es común con sus dominadores de raza aria la llamada suasti»,. Burnouf lo define así «Diagrame mytique de bon augure». Este signo encabeza las piedras tumularias, lo mismo a orillas del Chandrabhgas que en las cántabras del asturiano «Güeña», sigue diciendo: Augusto adoptó el «cántabro» como estandarte, en recuerdo (le la victoria cantabrica, y al ser crucificados los cántabros. se trataba de que fuesen escarnecidos en el emblema nacional y característico de la antigua religión que profesaban. Antes de la victoria en la guerra de Cantabria, la mas sangrienta de lberia, los romanos no conocían estandartes. Joaquín González Echegaray afirma: «Es curioso consignar aquí, que tal vez a través de la caballería cántabra, pasó al ejército romano una enseña, un estandarte, el llamado cántabro. La cita es de Minucio Félix. Y por el «Condex Theodosianus (XIV, 7, 2) sabemos que el portador de dicha enseña llevaba el nombre de cantabrarius.

En cuanto al color, púrpura fueron todos los guiones que las tropas romanas llevaron. Y el mismo cántabro tenía «Una cenefa o adorno dorado con cruces».

Por lo antes dicho el cántabro era un estandarte romano. Pero el mismo Augusto se contradice cuando en la continuación de su testamento los llama trofeos: «Todos estos trofeos fueron depositados por mí en el templo de Marte Vengador». De todos es conocido que Roma apropiaba distintos elementos de los pueblos vencidos, haciéndolos propios, como dioses y emblemas (evocatio), fácil de comprobar consultando la mitología griega, antecesora de la romana, y ésta.

Fray Domingo de Santo Tomás nos comunica, que la suastí del cántabro estaba «bordada de oro sobre púrpura, esmaltada con piedras preciosas en la mitad de¡ guión».

En «Biblioteca Ilustrada» de Gaspar y Roig leemos «Cántabro.- Estandarte antiguo que usaron los cántabros y que tomado de ellos Io introduce Augusto en los ejércitos romanos.

Posteriormente y a pesar de las noticias escasas del tiempo visigodo la enciclopedia Seix Barral, traslada el color de gules a los estandartes de la época, atestiguando su uso.

El cronista de la ciudad de Burgos, dice «que este color, asimismo en los guiones de tales fechas, se usaba en la zona de Cantabria que trata. Y lo usaron también, «los Iberos según muchos historiadores».

Durante la Edad Media, Cantabria forma parte de Castilla. Pudiéndose decir con la frente erguida y en uso de la palabra de Joaquín González Echegaray: «Si se ha dicho que CASTILLA es el alma de España, CASTILLA nació en CANTABRIA».

El símbolo de la primera CASTILLA, CANTABRIA, fue púrpura, no morado, con una cruz a la que fue añadido un castillo.

Luego el PENDON DE CASTILLA, entonces no es violeta, sino rojo púrpura. Así el pendón de Castilla tendría su origen remoto en el estandarte de los cántabros.

L. HERNAEZ
(Revista Nuestra Castilla)

jueves, junio 26, 2008

También es montañesa la bandera de Castilla y León

Asociación para la Integración de Cantabria en Castilla y León

La Asociación para la Integración de Cantabria en Castilla y León (AICC) reivindica la cooficialidad en Cantabria, junto a la bandera histórica de las dos franjas horizontales blanca y roja, de la bandera cuartelada roja y blanca de castillos y leones. La bandera cuartelada de castillos de oro sobre fondo de gules y de leones púrpura sobre fondo de plata, también es montañesa.

Porque tras la unión definitiva de los reinos de Castilla y León en el año 1230 durante el reinado de Fernando III el Santo, la primera representación heráldica de Castilla y León, de la que se tiene noticia, se plasmó en la jamba derecha de la puerta principal de la Catedral de Santander, donde se puede seguir disfrutando de su contemplación. La bandera cuartelada de castillos y leones es la que enarbolaban en sus palos mayores las naves montañesas que, remontando el río Guadalquivir desde San Lucar de Barrameda, tomaron en el año 1248 la ciudad de Sevilla, conquista que tuvo una trascendencia cumbre en todo el mundo conocido, y que supuso la aparición con letras de oro de la Marina de Castilla. La bandera cuartelada de castillos y leones fue la que convivía cotidiana y realmente durante siglos con nuestros antepasados montañeses, castillos y leones aparecen esculpidos en piedra en muchos de nuestros edificios históricos, y su legado figura hoy en día heráldicamente en algunos de los escudos de nuestros municipios, como los de Santoña y Castro Urdiales.

Por eso, es montañesa nuestra bandera cuartelada, que no es producto de leyendas ni de inventos, teniendo su máxima plasmación gloriosa en el primer Mapamundi de la Historia Universal, realizado por el montañés Juan de la Cosa en el año 1500, donde figuran banderas cuarteladas tanto en las naves que señorean los mares como en las costas y tierras tomadas en nombre de la Corona de Castilla.

Y por ello, la Asociación para la Integración de Cantabria en Castilla y León (AICC) solicita que también sea oficial en La Montaña la bandera cuartelada de castillos y leones, debiendo de ondear en todos los castillos, torreones y demás edificios históricos de titularidad pública, así como en todos los edificios oficiales de la Administración Pública. Igual que durante siglos, nuestra bandera cuartelada ha acompañado a nuestros antepasados montañeses, nos ha de seguir acompañando y ha de tener su reconocimiento legal en el Estatuto de Autonomía de Cantabria.

jueves, junio 05, 2008

A VUELTAS CON EL PENDÓN

A VUELTAS CON EL PENDÓN


Con la euforia de las autonomías y la búsqueda de la personalidad y simbología representativa de cada una de las partes que componen nuestra España, referente a Castilla existe la controversia de si el pendón es rojo carmesí o morado.

En un intento de esclarecer la duda expongo a continuación la historiografía del Pendón de Castilla.Serafin Maria de Soto en sus "Memorias para la historia de las tropas de la Casa Real de España (Madrid 1.824) es quien nos da la primera referencia escrita del llamado "pendón de Castilla morado". Dice que el Regimiento de Guardias Españolas, el más calificado de los cuerpos de infantería, "se le dió por su primera bandera el pendón morado de Castilla que debía residir en la compañía coronela".

Sin embargo, es un hecho, una evidencia histórica, que el color emblemático de Castílla y del estado castellano fue siempre el rojo carmesí. Su escudo un castillo de oro de tres torres sobre campo de gules. Como lo evidencia el hecho que desde el siglo XII esta heráldica castellana -fondo rojo tras el castillo gualdo- aparece constantemente en los sellos rodados de toda clase de documentos y díplomas y en cualquier otra representación o símbolo de Castilla.En los escudos policromados del que fuera palacio real de Enrique IV, en la plaza de la Reina Doña Juana, en Segovia; en. la Heráldica que exorna el baldaquino sobre el sepulcro de los Mártires, en San Vicente de Avila; en los sellos de Alfonso X y Enrique IV; en la reja del presbiterio de la iglesia de Nuestra Señora de Soterraña, de Santa María de Nieva, como en el retablo principal de la capilla del Hospital de la Magdalena de Cuéllar; en los escudos de armas de los Reyes Catolicos, en las miniaturas de los códices alfonsíes, Cantigas, Libro de la Coronación y Libre del Ajedrez, siglo XIII, de El Escorial o en los grabados militares de caballeros del siglo XIV del Libro de los Caballeros de Santiago, de el Archivo Municipal de Burgos. El AUTENTICO PENDON DE CAÁTILLA ES ROJO CARMESI

Tanto es así, que incluso los mismos castellanos, a la hora de hablar de autonomía para sus tierras, muestran sus reticencia,s en incluir entre estas a Madrid. Sin ir más lejos, en el primer número de esta revista (Nuestra Castilla) vemos en la portada un mapa de Castilla lleno de castillos y leones y con una sospechosa brújula sobre Madrid, que, además, está en el centro. ¿Tan necesaria era la orientación?.

Ni que decir tiene que las preautonomías que se ,ha montado UCD con la colaboración del resto de los partidos parlamentarios madrileños no tuvieron a bien integrarse enel extraño "ente preautonómico Castilla-La Mancha", lo que no quiere decir que no se integren cuando la coyuntura cambie. Las razones económicas y políticas prevalecen sobre las puramente nacionales a pesar de lo que se diga.¿Y qué se dice?. Que Madrid ha cambiado mucho y que su realidad actual no se ajusta a la del resto de las tierras castellanas.

Evidentemente, Madrid ha cambiado. Los siglos no pasan en balde. Como también han cambiado aunque en otro sentido, el resto de las tierras castellanas. Más ¿Cabe por ello negar el carácter castellano de Madrid? ¿No tenemos derecho los madrileños a recuperar nuestra identidad castellana?Cualquier manual de geografía e historia nos muestra que Madrid ES y ESTÁ en Castilla. Y si se nos argumenta que las realidades económicas son las que históricamente han cambiado el rumbo de los pueblos, cabe preguntarse entonces, según esto, si en vista de esas realidades económicas actuales existe Castilla.

Pues ¿donde está Castilla?, ignorada entre carreteras y ferrocarriles que pasan indiferentes por sus pueblos, desertizada por la marcha de los campesinos a las ciudades. Si Madrid no es Castilla ¿donde está Castilla?. Y si Castilla no es Madrid ¿qué sentido tiene Madrid, que ha absorbido a tantos y tantos castellanos? ¿qué seria de Barcelona fuera de Cataluña? ¿y los catalanes sin Barcelona?Si tratamos de recuperar Castilla como pueblo, hay que contar con los madrileños, pues supongo que está claro que cuando decimos "recuperar" no estamos pensando en la Castilla medieval sino en la actual, si es que existe.

En el fondo, el,problema es el de siempre- la diferencia que hay entre nuestros anhelos y la realidad, ese enfrentamiento constante entre el espíritu que queremos eterno de Castilla y su realidad cambiante. Ya lo dijo Espronceda:"Aquí, para vivir en santa calma,o sobra la materia o sobra el alma".

FRANCISCO DE DIOS(Rev Nuestra Castilla)

jueves, mayo 29, 2008

AICC / Cooficialidad de una bandera castellana

AICC / Cooficialidad de una bandera castellana

La Asociación para la Integración de Cantabria en Castilla y León (AICC) reivindica la cooficialidad en Cantabria, junto a la bandera histórica de las dos franjas horizontales blanca y roja, de la bandera cuartelada roja y blanca de castillos y leones por considerar que «también es montañesa» y pide que se incluya en el Estatuto. AICC eligió recientemente a Ángel Arozamena como presidente.

martes, mayo 27, 2008

EL PENDÓN MORADO DE CASTILLA

Tomado de CUADERNOS DE HISTORIA: http://hechos2006.blogspot.com

EL PENDÓN MORADO DE CASTILLA

Lo más destacable del pendón morado de Castilla, es que nunca existió, se ha elevado a símbolo que representa a unas comunidades autónomas , sin que el color morado jamás haya representado a las mismas ni por tradición, ni por ni por razones históricas.

La primera referencia escrita que hace alusión al mencionado color, se encuentra en Memorias para la historia de las tropas de la Casa Real de España, Madrid,1828, por Serafín María de Soto.

En dichas memorias se deja reflejado que el Regimiento nº1 o Inmemorial del Rey creado el 10 de septiembre de 1634, tuvo por “primera bandera el pendón morado de Castilla”, que debía residir en la compañía Coronela. Como consecuencia se deduce que dicho pendón pertenecía a una unidad militar determinada y no como los colores de Castilla, y que dicho color correspondía al de su primer coronel, el conde duque de Olivares, don Gaspar de Guzmán, es más a este tercio se le denominó como “tercio de morados”.

El color de la bandera de Castilla, no era morado, sino rojo grana, que se encuentra depositado hoy en la Real Armería de Madrid. Lope de Vega dijo:

Aquel Fernando venturoso espera
que corone el alcázar de Sevilla
de las rojas banderas de Castilla

La Jerusalén conquistada XV,22-24

Quedan multitud de testimonios que acreditan que el color de Castilla era rojo, en la iglesia de San martín de Segovia, en el ayuntamiento de Sepúlveda, en San Vicente de Ávila, en los sellos de Alfonso X y Enrique IV, en el pendón de las Navas de Tolosa, en estos y otros muchos testimonios mudos de la historia , se puede comprobar que el color rojo carmín con el castillo de oro de tres torres.

Por algún tiempo, se creyó que los comuneros enarbolaban el pendón morado, pero ello era el resultado de confundir los comuneros del siglo XVI con una sociedad paramasónica llamada Sociedad de los Comuneros, fundada en el siglo XIX y a la que hace referencia el escritor Benito Pérez Galdós en “El grande Oriente”,uno de sus Episodios Nacionales.

Lo curioso de todo lo mencionado es que el republicanismo a finales del siglo XIX, con Lerroux a la cabeza, modificó la bandera española roja y gualda, colocándole la franja inferior por el color morado, para contrarrestar así los movimientos regionalistas en especial el catalán, dándole con este hecho un simbolismo centralista.

Dicho todo esto, cuando se ondee la bandera tricolor con su franja inferior morada, están ondeando el pendón del conde duque de Olivares, el más centralista de la Casa de los Austrias.
Nelson

viernes, mayo 23, 2008

Bandera de la Provincia Marítima de Santander

Bandera de la Provincia de Santander

No Existió.

Polémicas artificiales sobre la simbología cántabra

Polémicas artificiales sobre la simbología cántabra

BERNARDO COLSA LLOREDA/PRESIDENTE DE ADIC

Recientemente ha aparecido en este medio de comunicación un comentario editorial que valora como polémica una iniciativa promovida por la Asociación que presido y financiada en parte por la Consejería de Cultura que creemos merece la pena ser aclarada para evitar cualquier tipo de malentendido y no generar trifulcas dialécticas artificiales, anacrónicas y excesivamente tendenciosas. El hecho en cuestión es que durante este próximo otoño tenemos intención de llevar a cabo una exposición itinerante que trata de divulgar un aspecto un tanto desconocido de la historia reciente de nuestra Comunidad, el relativo a su simbología. Y todo por un motivo, porque se cumple este año el trigésimo aniversario de las iniciativas organizadas en favor de la consecución de la autonomía para Cantabria, iniciativas que supusieron, entre otras cosas, la adopción de una simbología determinada para Cantabria, que es precisamente lo que se trata de divulgar, no otra cosa.

Se trata, en definitiva, de mostrar un aspecto de nuestra reciente historia un tanto desconocido del que nuestra asociación fue testigo directo y uno de sus principales impulsores. A grandes rasgos, lo que difundimos es por qué la actual bandera de la Comunidad Autónoma de Cantabria es blanca y roja y por qué es ésta la bandera, narrando lo que desde nuestro colectivo vivimos en aquella época para que forme parte de la colectividad, algo que no sólo no es polémico, sino que, más bien, a nuestro juicio, es enriquecedor.

La enseña oficial de la Comunidad Autónoma tiene su origen como consecuencia del proceso de reivindicación autonómico acaecido tras la muerte de Franco. En ese momento Cantabria revivió su sentimiento identitario y comenzó a articularse en la sociedad civil distintos colectivos favorables a la autonomía. Entre ellos se fraguó el Organismo Unitario, que fue un grupo que aglutinaba a fuerzas políticas ligadas a la izquierda, sindicatos y colectivos culturales y cantabristas a favor de la consecución del autogobierno político para Cantabria. En su seno llegó el momento de plantearse la adopción de la bandera de Cantabria. En un primer momento se rumoreó que la de la Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria -ADIC-- de colores verde, gris y azul fuera la elegida, pero pronto se desechó la misma por parte de la Junta Directiva de esa asociación. Al final se discutieron dos posturas, la del 'cántabro' 'lábaru' o 'lábaro' sostenida por el colectivo 'Cantabria Atropá' -Cantabria Unida- y la bandera blanquirroja cuya defensa fue ejercida por personas independientes, que fue la que finalmente se erigió en vencedora del debate a partir del otoño de 1977. A partir de ese momento presidirá cualquier acto autonomista y de ahí, una vez conseguida la Autonomía, se trasladaría a nuestro ordenamiento jurídico.

Y lógicamente, esta exposición trae consigo la explicación de esa terna de simbología, de ese debate del que no hay que tener ni miedo ni vergüenza a hablar.

En lo que respecta al origen de la bandera de Cantabria, licenciados en historia consultados por nuestra asociación, censores del proyecto, vienen a concluir lo mismo que hace treinta años, el origen marítimo de nuestra bandera, lo mismo que afirmaba Menéndez Pelayo, por ejemplo. Efectivamente, la actual bandera de la Comunidad Autónoma de Cantabria tiene su fundamento en la Real Orden de 30 de Julio de 1845, firmada por el Capitán General de la Armada Ramón Romay, en la se establece que los buques mercantes de las diferentes zonas marítimas de la Corona española larguen unas «contraseñas de matrícula». Esa determinación -a cada puerto, un gallardete de matrícula para sus barcos- se limitó a la simple duplicación del Código de Señales Marítimas que fue elaborado por el Teniente General de la Armada, José de Mazarredo, en 1791, un reglamento totalmente aleatorio y sin ningún significado identitario o de evocación histórica.

Romay decidirá para los barcos de matrícula en el puerto de Santander la banderola «roja y blanca por la mitad, lo blanco superior», idéntica definición que hace el código de Mazarredo. A partir de ahí, configurada como bandera de la provincia marítima, perdería parte de su inicial significado marítimo para extender su representación a otros ámbitos, a juzgar por representaciones pictóricas de esa época relativas a las guerras carlistas o a la Revolución de 1868. Incluso llegó a ser incorporada a los órganos administrativos cántabros preautonómicos del siglo XX -escudo de la Diputación Provincial-. El propio Marcelino Menéndez Pelayo hace referencia a la matrícula marítima de Santander en su obra 'Estudios y discursos de crítica histórica y literaria' en 1942 y José María Quintanilla decía que la «obra de los montañeses lleva en la punta, como la más gloriosa de estos días, cual enseña y corona, la bandera roja y blanca de Santander, constituida en provincial». Se trata pues de una bandera de origen artificial, como tantas otras, relativamente reciente, sin el rigor histórico que algunos pretendían darle -que no merece la pena recordar-, consecuencia de circunstancias totalmente aleatorias y que, además, en su origen, representaba solamente a la capital, a Santander. La certidumbre de estos argumentos no debe crear ninguna polémica. Es así y ya está, no hay que darle más vueltas; la bandera actual de Cantabria tiene un origen concreto que le trasciende para dar otro significado al gallardete hasta el punto de llegar a convertirle en bandera de la Comunidad.

Y en lo que se refiere a la otra bandera de la terna, el conocido como lábaru o lábaro, buscaba su justificación en argumentos históricos que partían del estandarte llamado cantabrum, una enseña de la que desconocemos prácticamente todo lo relativo a su diseño, pero que las citas clásicas confirman su existencia y la del nombre de su portador, el cantabrarii. A partir de ahí la especulación voló libremente y se aplicaron teorías inconsistentes que muy probablemente empujaran al estandarte a la derrota en el debate sobre la simbología a elegir.

Se trata de un símbolo que, desde nuestro punto de vista, plasma la búsqueda que el pueblo cántabro hace de su simbología, orientando la misma hacia la autoidentificación con su propio pasado histórico, como no podía ser de otra manera. Así, conociendo la existencia de un estandarte romano de origen cántabro, se acuñó una bandera que además representara en sí misma el símbolo popular más característico y asumido en Cantabria: los cuatro crecientes lunares (o menguantes) de la Estela de Barros.

En definitiva, tres banderas, dos realmente, para elegir una. Determinadas circunstancias y argumentos inclinaron a que rojo y blanco fuera el símbolo representativo de la lucha autonomista -por circunstancias muy concretas- lo que a su vez demuestra que bien pudiera haber sido otro si otras circunstancias se hubieran considerado. Nosotros, testigos directos de aquellos momentos históricos, tenemos muy claro lo que pasó y por qué, pero precisamente por eso no restamos un ápice de legitimidad a la actual bandera de la Comunidad Autónoma, que está fuera de toda duda.

No obstante, cabe decir que de la misma manera que la actual bandera blanquirroja es la oficial de la Comunidad, bien pudiera haber sido otra, la que definimos como lábaru o lábaro, y difundir esta circunstancia, explicar el significado y origen de las dos banderas no sólo no debiera suponer ningún problema, sino más bien una obligación que hasta ahora ninguno de esos «resortes sobrados» que menciona el editorial origen de este artículo se han dedicado a explicar. Quizás lo hagan ahora, asunto que sería de agradecer, por otra parte, porque tal vez nosotros, a pesar de consultar con historiadores, presentar una memoria justificativa con los suficientes argumentos historiográficos, revisar la épica para tratar de ser los más asépticos posibles y tratar de buena fe de impulsar la difusión de un acontecimiento significativo de nuestra reciente historia, acaso no tengamos el prurito que otros se arrogan en exclusiva, aunque si la inquietud que nos mueve a investigar, estudiar, debatir y divulgar.

Sólo pedimos una cosa, eso sí, que sean tan claros como nosotros, que apunten sin ningún rubor la característica principal de las banderas, que no es otra que la afirmación de que todas las banderas y símbolos son creados, inventados; en función de una u otra causa, en virtud de acontecimientos reales, leyendas o simples concursos, la simbología vexilológica es una creación artificial a veces intencionada que incluso, de manera maliciosa, en ocasiones trata de mitificarse.

Porque todos los pueblos, absolutamente todos, han buscado iconos que les representen. Y todos los pueblos justifican aquellos con argumentos variopintos que van desde el diseño divino hasta el puro concurso, pasando por la justificación histórica en la distribución de una serie de colores sobre un trozo de tela. Es la vida misma, los pueblos, las naciones, unas veces de manera espontánea, otras como consecuencia de acontecimientos históricos e incluso por otras circunstancias más concretas asumen, como expresión de su identidad, una serie de símbolos denominados de múltiples formas -banderas, emblemas, himnos, blasones...-, que dan cuerpo a los sentimientos de solidaridad y a la voluntad de pervivencia de sus miembros. Pero en ningún lugar y en ningún momento se apareció una divinidad celestial para diseñar un símbolo nacional. Y el pueblo cántabro no ha sido una excepción a este fenómeno. Por eso algunos piensan que, a pesar de la decisión que se adoptó hace treinta años, perfectamente puede convivir en nuestro acervo colectivo otra simbología que raya más con el sentimiento identitario de adscripción a Cantabria. Es lo que le pasa al lábaru hoy en día, cuya aceptación tiene una fuerza inusitada que debe ser analizada por los prebostes de la verdad. Se podrá decir lo que se quiera respecto a su diseño, del que por cierto nosotros somos muy claros en la información expositiva, pero el origen popular del símbolo y lo que representa, lo que aúna en sí mismo es historia, identidad y el compromiso de un pueblo que quiere afirmar constantemente su existencia.

Cuando se afirme con contundencia que el lábaru se inventa, que no duden en afirmar con la misma vehemencia que la bandera de Cantabria también se inventó. Y que no duden en hacer un repaso por nuestro entorno más cercano, empezando por la misma bandera española, nacida por una circunstancia todavía más aleatoria y artificial que la cántabra, para diferenciarse en la mar. Que se afirme que se convocó un concurso del que se seleccionaron doce diseños, eligiéndose dos a los que el rey Carlos III varió las dimensiones de las franjas, declarándolos reglamentarios el primero para la Marina de Guerra y el segundo para la Mercante, combinando los colores rojo y gualda basados en los del escudo de Castilla y León (azur, gules, oro y plata). Y que se concluya que posteriormente se ordenara que la misma bandera ondeara en los puertos y fuertes de la Marina, hasta que finalmente en 1843, por Real Decreto de 13 de octubre, sancionado por la Reina Isabel II se ordena que todas las unidades militares españolas utilicen la misma bandera, a partir de lo cual se la consideró como «bandera nacional española».

Y que se afirme también la invención en el origen de la bandera vasca, diseñada a finales del XIX por los hermanos Arana Goiri para representar inicialmente a Bizkaia. O el de la bandera gallega, que también tiene su origen en la Comandancia de Marina de La Coruña del siglo XIX y que era inicialmente de dos aspas azules sobre fondo blanco, eliminándose un aspa para no confundirla con la del imperio ruso.

Y también que se hable de los inventos que suponen la bandera andaluza, diseñada por Blas Infante tras los acuerdos de la Asamblea de Ronda de 1918 con criterios que podrían calificarse como bucólicos. O la asturiana, de muy reciente creación, diseñada por un grupo de asturianistas preocupados por identificar a su tierra que eligieron el color azul porque estaba arraigado en distintos colectivos culturales y deportivos asturianos. Y, por qué no, de la bandera riojana, fruto de un concurso convocado por su gobierno, o la murciana también reciente, que representa elementos históricos del Reino de Murcia sobre el color rojo cartagena característico de esa tierra. Por no hablar también de la extremeña, que se basa en un criterio arbitrario según los colores de Cáceres y Badajoz, o la de Madrid, también de esta época de final de siglo XX, que toma el color rojo carmesí por el color del pendón de Castilla, colocando siete estrellas que simbolizan la osa menor.... y también la de Canarias, diseñada en 1961 por un grupo de jóvenes abogados y que se iza en determinadas fiestas, asumiéndose como bandera canaria no sin polémica. Que se hable también de la consistencia histórica que tienen las banderas de Castilla y León, Aragón, Cataluña o Navarra....., y que afirme sin miedo que todos los símbolos o parten de la épica, o de una circunstancia histórica concreta o de un mero diseño y que, además, se inventan, y que además, tenemos derecho a inventarlo y a justificarlo y que los cántabros y los cantabristas no son los únicos que se inventan banderas, que otros muy cerca convocan hasta concursos, diseñan bocetos basándose en una épica que nunca existió o simplemente combinan colores...... Y no pasa nada porque no tiene por qué pasar algo. Esta exposición no supone ninguna polémica y por nuestra parte tampoco lo va a suscitar, aunque defenderemos de prejuicios interesados el trabajo riguroso de historiadores, la voluntad de ADIC por difundir las señas de identidad de Cantabria y el compromiso de una Consejería que se preocupa por divulgar una parte de nuestra reciente historia que al fin y al cabo es exclusivamente simbólica -valga la expresión- y hasta anecdótica. Los cántabros y los cantabristas no son los únicos que se inventan banderas, que otros muy cerca convocan concursos, diseñan bocetos basándose en una épica que nunca existió o simplemente combinan colores... y no pasa nada

martes, mayo 20, 2008

Bandera de la Provincia de Cuenca



Bandera que la Academia de Historia propuso al emitir un informe en 1975 que proponía, junto al escudo, una bandera provincial, aunque no se oficializó. Era una bandera de tres franjas horizontales e iguales construída con los esmaltes del segundo cuartel, amarillo, blanco y rojo, que aparece representada con o sin el escudo provincial

Bandera de la Provincia de Guadalajara

lunes, abril 21, 2008

El escudo y la bandera de Castilla y León: historia de una apropiación indebida

Castilla y León, debido a los múltiples problemas y oposiciones que encontró en su seno, fue la última comunidad española en lograr su autonomía (1983). La bandera y el escudo de la comunidad autónoma de Castilla y León quedaron fijadas en su correspondiente estatuto de autonomía, concretamente en el artículo 5.º "SÍMBOLOS DE LA COMUNIDAD" , que reza así:


"1. El emblema o blasón de Castilla y León es un escudo timbrado por corona real abierta, cuartelado en cruz o contracuartelado. El primer y cuarto cuarteles: sobre campo de gules, un castillo de oro almenado de tres almenas, mamposteado de sable y clarado de azur. El segundo y tercero cuarteles: sobre campo de plata, un león rampante de púrpura, linguado, uñado y armado de gules, coronado de oro.


2. La bandera de Castilla y León es cuartelada y agrupa los símbolos de Castilla y León, conforme se han descrito en el apartado anterior. La bandera ondeará en todos los centros y actos oficiales de la Comunidad, a la derecha de la bandera española."

¿Cuál es el origen de estos dos símbolos tan denostados en tierras leonesas? Mucha gente piensa que hay que remontarlos a Fernando I, presunto primer unificador de León y de Castilla, pero ello es totalmente falso. El cuartelado de castillos y leones se lo debemos a Fernando III, que fue quien unió las dos coronas en el año 1230. Hasta entonces, el símbolo de la Corona Leonesa, al menos desde Alfonso VII el Emperador, había sido un león púrpura pasante (al que los castellanos después convertirán en rampante). Más tarde, Alfonso VIII de Castilla (que en puridad debería ser conocido como Alfonso I) acuñó el símbolo de su reino: en campo de gules, un castillo de oro aclarado de azur. Cuando Fernando III une las dos coronas, se le presenta el dilema de cuál de los dos símbolos adoptar: el monarca tomó una decisión casi salomónica y creó el famoso escudo cuartelado, acuñando así el que sería el símbolo de la Corona de Castilla y, andando el tiempo, de todo el Estado Español (siglo XIX). La Junta de Castilla y León, haciendo gala de un más que dudoso historicismo, se apropió de la enseña, por lo que hoy en día podemos verla por todo el territorio de la comunidad autónoma.
¿Fue ésta una decisión correcta? Evidentemente que no, ya que se trató de una apropiación indebida. Bajo esos símbolos no estaban englobadas las nueve actuales provincias de la autonomía (ridícula idea), sino todos los reinos de la Corona castellana; Galicia, Asturias, León, Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, Extremadura, Andalucía, País Vasco y Murcia, y posteriormente, el Nuevo Mundo. ¿Cómo se explica, si no, la presencia de este escudo en Ayuntamientos como los de Oviedo y Avilés, en edificios americanos, y en multitud de otros lugares?
De hecho, el león no representa tan sólo al reino de este nombre, sino también al resto de la Corona Leonesa; Galicia, Asturias y Extremadura. De este modo, no es de extrañar que estas regiones no aparezcan nunca en la simbología estatal española, ya que ni siquiera figuran en el actual escudo constitucional, al considerarse que están incluidas en el león púrpura.

El hecho de que la Junta se apoderara del escudo y la bandera cuartelados constituye un insulto histórico al resto de territorios que durante tantos siglos tuvieron que convivir en la Corona de Castilla, ya que bajo ellos lucharon y murieron gallegos, extremeños, andaluces, vascos, asturianos, etc., y no sólo castellanos y leoneses. Es un atentado contra la Historia de España, y las instituciones académicas estatales deberían denunciarlo. Aunque cosas como ésta no deberían extrañarnos, porque es tan sólo una muestra más de la manipulación histórica y sentimental a la que nos someten todos los días las instituciones "castellanoleonesas".

lunes, marzo 31, 2008

El pendón de Castilla (Comunidad Castellana.1979)

Con motivo del progresivo reconocimiento del pendón rojo carmesí como enseña de Castilla, algunas personas propalan la especie de que "el morado es el color de los regionalistas de izquierdas, y el rojo carmesí, de los de derechas".

Esta proposición es notoriamente falsa y parece necesario denunciar públicamente su inexactitud.

Es un hecho, una evidencia histórica que racionalmente no se puede negar, que la enseña de Castilla, como pueblo, como nacionalidad que desarrolló una lengua, una cultura y unas instituciones sociales, económicas y jurídicas peculiares, incluso a nivel de realización cívica en un Estado castellano, es el pendón rojo carmesí con el castillo dorado.

Pero no se trata ahora de este temo, sino de salir al paso del infundio y contribuir a la claridad frente a la confusión que tanto perjudica a la causa castellana.

No lo hacemos ciertamente porque rechazamos o creemos de peor condición ética a los regionalistas "de derechas". Nuestra concepción del regionalismo castellano -en la fase histórica que estamos viviendo, y en función de la crítica situación en que se encuentra la región- es la de una empresa popular, ciudadana y comunitaria , a la que son llamados todos los que sientan el espíritu castellano y aspiren a la renovación y resurgimiento cultural, económico y vital de nuestro pueblo. De esta tarea común -cualquiera que sea la opción política concreta que cada uno acepte- nadie puede ser excluido en principio, ni debe ser tratado en forma peyorativa por motivaciones ideológicas. Sólo los hechos podrán señalar y excluir a aquellos que con sus actos demuestren que únicamente representan a los explotadores, y también a los manipuladores, del pueblo de Castilla.

Reconocer que el color emblemático de Castilla es el rojo carmesí no es ser de derechas ni de izquierdas. Es, sencillamente, aceptar un hecho que forma parte de nuestra tradición como pueblo.

Por ejemplo, don Luis Carretero y Nieva, ingeniero segoviano, puede legítimamente ser considerado como el padre del regionalismo castellano. En 1918 publica su obra "La cuestión regional de Castilla la Vieja (El regionalismo castellano), en la que después de un completo análisis de todos los componentes de la identidad castellana, propone como objetivo inmediato la constitución de la Mancomunidad de las Diputaciones provinciales de Castilla.

Don Luis Carretero no fue un hombre conservador, sino hondamente progresista. Al término de la guerra civil española se exilió a Méjico, donde ha muerto, con el dolor de su definitiva ausencia de esta Castilla a la que amó y sirvió tanto.

En su obra fundamental, Las nacionalidades españolas, segunda edición publicada en Méiíco en 1952, podemos leer lo siguiente:

"Incluso en detalles pequeños y anecdóticos se observa el embrollo alrededor de Castilla. Por ejemplo, es frecuente oír hablar de su pendón morado. Este color nunca lo fue de Castilla, que tuvo por suyo el rojo, conservado como tal en Burgos, su antigua cabeza. El color morado parece que se lo dio Felipe IV a una guardia real que se creó en su reinado (tercio de los morados). Lo adoptó, pues, pasados siglos de que Castilla dejara de existir como Estado independiente, la casa real española. El escudo de Castilla es un castillo de oro sobre gules. Por un capricho de la Historía el color de Castilla es el rojo, y por tan poderosa razón, el morado tiene un origen real".

La hora, harto difícil pero esperanzada, de Castilla no es para que nos dediquemos a ponemos sambenitos unos a otros, sino para que nos sintamos solidarios y trabajemos juntos por la causa común,- que es, a nuestro entender, el despertar de la conciencia colectiva Y la promoción de todos los valores o intereses de nuestra tierra.

Para alcanzar estos objetivos, particularmente para el reencuentro con nuestra identidad de pueblo, es fundamental que sepamos enraizar en la tradición castellana, en la auténtica, y utilizar todos sus elementos válidos, como sustancia del progreso, que diría Unamuno. Afortunadamente, nuestra tradición es popular, democrática, comunera y foral: en una palabra, progresista. Toda ruptura con una tradición de esta clase constituiría un imperdonable error.

Conviene recordar, para no reincidir en la torpeza, el que amplios sectores de la Izquierda española cometieron en el pasado al ignorar el potencial renovador de la tradición nacional y abandonarlo en manos de las fuerzas reaccionarias. Se lo señaló Menéndez Pidal: "A pesar de Costa, Ganivet o Unamuno, las izquierdas siempre se mostraron muy poco inclinadas a estudiar y afirmar en las tradiciones históricas espacios coincidentes con la propia ideología. Tal pesimismo histórico constituía una manifiesta inferioridad de las izquierdas en el antagonismo de las dos Españas. Con extremismo partidista abandonan íntegra a los contrarios la fuerza de la tradición".

He aquí, para terminar, lo que no debe hacerse. Puesto que tratamos de encontramos como pueblo, es preciso que volvamos a nuestras fuentes y que, en todo lo que sea posible, positivo y valedero, permanezcamos unidos a la tradición del propio pueblo.

Castilla nº3 Abril 1979

jueves, enero 31, 2008

El Pendón Morado de Castilla (El Origen de la Confusión)

Esta novedad del color morado procede, aproximadamente, de 1831. Para estrechar los lazos existentes entre la Corona y el Ejército, ante las intrigas de los absolutistas, la Reina María Cristina haría entrega de una Bandera, o Estandarte según los casos, a la primera Unidad de cada Arma, en representación de cada una de ellas. En principio, con el regalo de estas Banderas honoríficas se pretendía dar al Ejército:


" testimonio público de mi aprecio por la lealtad con que se sostienen los sagrados derechos de Rey "


Estas enseñas especiales fueron de color morado para el Regimiento "inmemorial del Rey" de Infantería y para el de Ingenieros, que ya las tenían así.

El primero, desde hacía poco: el 14 de octubre de 1830 obtenía este Regimiento satisfacción a una vieja aspiración, pues desde principios del siglo XVIII, y llamándose "Castilla’, deseaba tener en honor de su denominación la Bandera Morada; se consideraba más antiguo que el Regimiento de Reales Guardias de Infantería Española al que se le asignó una Bandera Morada en su más moderna creación. Lo había intentado por la vía de los hechos consumados en 1738, pero una Real Orden lo atajó. En 1766 había formulado una serie de peticiones, entre las que se encontraba la de variar su denominación por la de Regimiento "del Rey", y una Bandera Morada y de nuevo se le negó una enseña especial. Finalmente, después de la reestructuración del Ejército llevada a cabo tras el fin del llamado "Trienio Liberal " en 1823, se debió reiterar la petición que acabó con éxito para el Regimiento en 1830.

El Regimiento de Ingenieros tuvo las Banderas de color morado desde su organización en 1802.

Por otra parte, sobre el color morado se iba formando la idea (inexacta) de que había sido el representante del viejo reino de Castilla, de tal modo que hasta el Guión Real pasó a ser de este color.

Estas cuestiones, probablemente, originaron en Artillería el abandono del tradicional color azul de sus Banderas sencillas, y en Ingenieros y en el "Inmemorial del Rey" la gradual sustitución de sus morados iniciales, cuyo tono estaría cercano al granate, por un morado más azulado.

En 1843 se ordenó la sustitución de cualquier colorido en las Banderas por el "Nacional" compuesto por las listas roja—amarilla—roja de los buques de guerra. Tan sólo dejaba como recuerdo de las Banderas Moradas el que las del nuevo colorido que las sustituyeran llevaran corbatas de ese color. Pero el 19 de noviembre de 1850 el General Jefe de Ingenieros solicitó volver a usar las anteriores Banderas Moradas, pues las habían conservado cuidadosamente y las nuevas rojas y amarillas sorprendentemente ....se hallan casi destruidas". La petición la hizo para los II y III Batallones, pues el I , ni siquiera había dejado de usar la suya Morada.

El Director de Infantería solicitó, con fecha 6 de enero, lo mismo para el Inmemorial , cuyo resultado fue la concesión de lo solicitado por ambos con fecha 15 de enero de 1 851.

Nuevamente, obtienen los Ingenieros Banderas moradas en 1860 para el recién creado 2º Regimiento.

Quizás no fuera ajeno a la resistencia en adaptar las nuevas Banderas nacionales que se apreciaba en el Regimiento "Inmemorial", el hecho de que se le entregara una Bandera honorífica con el nuevo colorido, aunque con simbología especial, en conmemoración de sus méritos en la Guerra de Africa de 1859.

Respecto las Banderas Moradas de Artillería, se recoge en su Reglamento de Uniformidad del 12 de julio de 1861 "que continúen", de lo que se deduce que la variación se había llevado a cabo anteriormente.

El 19 de marzo de 1.871, en el reinado de Amadeo 1, se ordenó el cumplimiento general de lo decretado en 1.843, sobre los colores de las Banderas, anulando cualquier privilegio. Sin embargo, se volvió a transigir el 12 de enero de 1875 ante la petición de recuperar las Banderas Moradas del "Inmemorial " que, en esta ocasión, si habían sido dadas de baja.


El 16 de abril de 1875 se intentó de nuevo unificar el colorido de las Banderas manteniendo el Decreto de 1843, suprimiendo incluso las corbatas moradas de recuerdo, sin que en ninguna ocasión se llegara a lograr plenamente, ya que en 1878 las Banderas de Ingenieros seguían siendo moradas, como más adelante, en 1886.

Pero desde 1882 en Artillería se había cedido, pues se adaptaron para las Banderas de los nuevos Batallones que se organizaran, "... los colores rojo y amarillo, que son hoy día el emblema de la nacionalidad’. También el "Inmemorial" cedió un tanto, pues en el Reglamento de Uniformidad de Infantería de 18 de agosto de 1886 se decía que "... el Regimiento del Rey usa, además de la Bandera nacional, el Pendón Morado de Castilla".



* datos del libro " Recopilación de apuntes sobre la tradición y modernidad del regimiento ... "( Autor: Fernando Sánchez Fernández )

jueves, enero 10, 2008

El Pendón de Castilla Del verdadero pendón de Castilla y Origen de la confusión

El Pendón de Castilla Del verdadero pendón de Castilla y Origen de la confusión


"...Aquel Fernando venturoso espera que corone el alcázar de Sevilla de las rojas banderas de Castilla."

Así canta Lope de Vega en el libro XV, 22-24 de la Jerusalén Conquistada.

Ahí está el pendón, en campo de seda carmesí, que se conserva en la iglesia de San Martín; capilla de Nuestra Señora del Racimo o de los Arias Dávila, nave del Evangelio, de la ciudad de Segovia; el de la villa de Sepúlveda, en el salón de Sesiones del Ayuntamiento, a la derecha del estrado presidencial, rodeado de pergaminos medievales con el sello encarnado, el guión enarbolado por Isabel I de Castilla en la toma de Granada y que se custodia en la Real Capilla de la catedral granadina, como el pendón que todos los años, el 2 de Enero, encabeza la procesión cívica conmemorativa del acontecimiento histórico; el pendón depositado hoy en la Sala del Solio del Alcázar de Segovia; las enseñas de Carlos I, en seda carmesí; otra de Don Juan de Austria,de su última campaña, en damasca del mismo color que se conserva en la Armería del Palacio Real de Madrid, o los dos viejos pendones de Castilla que en julio de 1977, 'han sido bajados de la parte alta de la iglesia colegiata de Medina del Campo, donde aparecían colgados desde hacía varios siglos. Fueron bajados para su estudio por una comisión investigadora designada por el Ayuntamiento de Valladolid integrada por Don Amando Represa, director del Archivo Histórico Nacional de Simancas y Don Juan José Martín González, catedrático de Historia del Arte. Después de su examen, el, doctor Represa hizo constar textualmente que "es indiscutible que la bandera de Castilla es de color rojo carmesí".

Citaremos asimismo por último y de modo particular el pendón, rojo naturalmente, de las Navas de Tolosa, que se guarda en el Monasterio de las Huelgas (Burgos) y bajo el que lucharon las milicias concejales de Avila y Segovia en el ala derecha de la vanguardia de vizcaínos, alaveses y guipuzcoanos, en uno de los hechos más decisivos -contestación a la avalancha almohade- de la historia de España y aun de Europa.

El rojo es el color de la enseña y escudo de Burgos, y los de Soria y Avila. El color de las cruces que campeaban como distintivo de la rebelión en el pecho de los Comuneros, que por supuesto no alzaban ningún pendón morado. Escritores, historiadores y estudiosos de muy distintas ideologías han reiterado el color rojo carmesí como el color del pendón de Castilla.

Por último en el Libro de Actas del Ayuntamiento de Valladolid se encuentra reiteradamente una descripción de que el pendón de Castilla "era grande y algo pesado, de tres varas y media de ancho y largo, de damasco carmesí, con las armas de Castilla por ambas partes pintadas en el dicho pendón".

Ante esta parrafada histórica en pro, defensa y evidencia del verdadero color del pendón de Castilla, cabe preguntarse el por qué del confusionismo con el color morado. Esto exige una explicación.

Hay que partir de Felipe IV, que por un decreto de 10 de Septiembre de 1.634 creó el "tercio de los morados". ¿Qué y quienes formaban el Tercio de los Morados, también llamado provincial de los Morados? El "tercio de los Morados" fue una guardia real en cuyo uniforme destacaba el color morado, cuya bandera ostentaba los atributos del Conde-Duque de Olivares. A esta guardia en el siglo XVIII se le denominó regimiento de Castilla (salta a la vista que su nombre es una usurpación a nuestra región) y más posteriormente se le llamó "Regimiento del Rey" con la calificación de Inmemorial. En 1.824, al restablecerse el régimen absolutista fue disuelto como las demás tropas constitucionales por la represión de Fernando VII y su bandera depositada en, la Iglesia Mayor de Reus, donde se encontraba su Plana Mayor. De allí pasó en el mismo año a la Basílica de Atocha y en 1.849 a la Real Armería; pero esta bandera- pendón de los Morados nada tiene que ver con el pendón de Castilla sino que fue simplemente el de la enseña personal del Conde-Duque de Olivares, fundador del "tercio de los Morados". En realidad tampoco realmente era su color morado según el concepto actual del violeta oscuro, próximo al azul, sino rojo grana como el zumo de la mora (de ahí lo de morado). Así en los inventarias antiguos de la iglesia de Atocha el "pendón de los morados se cataloga como "estandarte de damasco encarnado con fleco de seda en toda su circunferencias".

El tránsito al morado oscuro como símbolo de expresión de la democracia castellana se opera por la conjunción de dos factores: De una parte los Borbones españoles consagraron con valor oficial para la Casa Real el color morado en lugar del púrpura que antes había sido el oficial de la realeza. El artículo 15 de la Instrucción sobre insignias, banderas, honores y saludos, aprobada por, real decreto de 13 de Marzo de 1.867, determina que el estandarte real sea una bandera cuadrada de color morado, que se izaba en los edificios y buques en que, se encontraba el Rey. De otra parte, la sociedad secreta de "Los Comuneros" formada en 1.821, secta desgajada. de la masonería española, se hacían llamar sus miembros "caballeros de Padilla" y editaban un periódico, "El eco de Padilla", usan en sus ritos escudos de hojalata y se organizan en torres, castillos, fortalezas y casas fuertes. Su simbología según refiere Cesáreo Fernandez Duro en sus "Disquisiciones naúticas" (1.877-81) refiere que en su estatuto prescribieron que el estandarte de la sociedad (que llamaban "estandarte de Padilla" y al que Galdós califica de harapo) sería el morado con un castillo blanco en el centro, y por distintivo individual una banda morada.

Por todo lo expuesto y de acuerdo con la tradición histórica hay que concluir que EL GENUINO PENDON DE CASTILLA ES EL ROJO CARMESI y la adopción de este genuino pendón es una de las facetas en la que debemos apoyarnos para sacar del insomnio y de la postración a todos los castellanos.

Lucas Hernández

El pendón de Castilla

Con motivo del progresivo reconocimiento del pendón rojo carmesí como enseña de Castilla, algunas personas propalan la especie de que "el morado es el color de los regionalistas de izquierdas, y el rojo carmesí, de los de derechas".

Esta proposición es notoriamente falsa y parece necesario denunciar públicamente su inexactitud.

Es un hecho, una evidencia histórica que racionalmente no se puede negar, que la enseña de Castilla, como pueblo, como nacionalidad que desarrolló una lengua, una cultura y unas instituciones sociales, económicas y jurídicas peculiares, incluso a nivel de realización cívica en un Estado castellano, es el pendón rojo carmesí con el castillo dorado.

Pero no se trata ahora de este temo, sino de salir al paso del infundio y contribuir a la claridad frente a la confusión que tanto perjudica a la causa castellana.

No lo hacemos ciertamente porque rechazamos o creemos de peor condición ética a los regionalistas "de derechas". Nuestra concepción del regionalismo castellano -en la fase histórica que estamos viviendo, y en función de la crítica situación en que se encuentra la región- es la de una empresa popular, ciudadana y comunitaria , a la que son llamados todos los que sientan el espíritu castellano y aspiren a la renovación y resurgimiento cultural, económico y vital de nuestro pueblo. De esta tarea común -cualquiera que sea la opción política concreta que cada uno acepte- nadie puede ser excluido en principio, ni debe ser tratado en forma peyorativa por motivaciones ideológicas. Sólo los hechos podrán señalar y excluir a aquellos que con sus actos demuestren que únicamente representan a los explotadores, y también a los manipuladores, del pueblo de Castilla.

Reconocer que el color emblemático de Castilla es el rojo carmesí no es ser de derechas ni de izquierdas. Es, sencillamente, aceptar un hecho que forma parte de nuestra tradición como pueblo.

Por ejemplo, don Luis Carretero y Nieva, ingeniero segoviano, puede legítimamente ser considerado como el padre del regionalismo castellano. En 1918 publica su obra "La cuestión regional de Castilla la Vieja (El regionalismo castellano), en la que después de un completo análisis de todos los componentes de la identidad castellana, propone como objetivo inmediato la constitución de la Mancomunidad de las Diputaciones provinciales de Castilla.

Don Luis Carretero no fue un hombre conservador, sino hondamente progresista. Al término de la guerra civil española se exilió a Méjico, donde ha muerto, con el dolor de su definitiva ausencia de esta Castilla a la que amó y sirvió tanto.

En su obra fundamental, Las nacionalidades españolas, segunda edición publicada en Méiíco en 1952, podemos leer lo siguiente:

"Incluso en detalles pequeños y anecdóticos se observa el embrollo alrededor de Castilla. Por ejemplo, es frecuente oír hablar de su pendón morado. Este color nunca lo fue de Castilla, que tuvo por suyo el rojo, conservado como tal en Burgos, su antigua cabeza. El color morado parece que se lo dio Felipe IV a una guardia real que se creó en su reinado (tercio de los morados). Lo adoptó, pues, pasados siglos de que Castilla dejara de existir como Estado independiente, la casa real española. El escudo de Castilla es un castillo de oro sobre gules. Por un capricho de la Historía el color de Castilla es el rojo, y por tan poderosa razón, el morado tiene un origen real".

La hora, harto difícil pero esperanzada, de Castilla no es para que nos dediquemos a ponemos sambenitos unos a otros, sino para que nos sintamos solidarios y trabajemos juntos por la causa común,- que es, a nuestro entender, el despertar de la conciencia colectiva Y la promoción de todos los valores o intereses de nuestra tierra.

Para alcanzar estos objetivos, particularmente para el reencuentro con nuestra identidad de pueblo, es fundamental que sepamos enraizar en la tradición castellana, en la auténtica, y utilizar todos sus elementos válidos, como sustancia del progreso, que diría Unamuno. Afortunadamente, nuestra tradición es popular, democrática, comunera y foral: en una palabra, progresista. Toda ruptura con una tradición de esta clase constituiría un imperdonable error.

Conviene recordar, para no reincidir en la torpeza, el que amplios sectores de la Izquierda española cometieron en el pasado al ignorar el potencial renovador de la tradición nacional y abandonarlo en manos de las fuerzas reaccionarias. Se lo señaló Menéndez Pidal: "A pesar de Costa, Ganivet o Unamuno, las izquierdas siempre se mostraron muy poco inclinadas a estudiar y afirmar en las tradiciones históricas espacios coincidentes con la propia ideología. Tal pesimismo histórico constituía una manifiesta inferioridad de las izquierdas en el antagonismo de las dos Españas. Con extremismo partidista abandonan íntegra a los contrarios la fuerza de la tradición".

He aquí, para terminar, lo que no debe hacerse. Puesto que tratamos de encontramos como pueblo, es preciso que volvamos a nuestras fuentes y que, en todo lo que sea posible, positivo y valedero, permanezcamos unidos a la tradición del propio pueblo.

Castilla nº3 Abril 1979

jueves, enero 03, 2008

Sobre la Bandera de Castilla y León

A propósito de esta bandera debe advertirse el error en el que se está incurriendo, tanto por organismos oficiales de la región ( Ayuntamientos, Diputaciones, incluso la propia Junta de Castilla y León, etc.) como particulares, al izar en sus centros no auténticos "pendones" sino simples escudos de armas en tela.

El Pendón (hay que subrayarlo) es una bandera; es decir, un paño en el que debe figurar el escudo de armas, como se aprecia aún en un raro ejemplar auténtico del siglo XVI conservado en la Iglesia Colegiata de San Antolín de Medina del Campo, y que perteneció al Concejo de dicha villa castellana.(Gerardo Moraleja: "Historia de Medina del Campo". Medina del Campo, 1971, 1ª parte, cap. 18, pp. 264-268.)

Para entenderlo mejor: es como si la bandera de España se redujera simplemente a su escudo, sin el paño rojo y gualda en el que se estampa.

Amando Represa (Director del Archivo General de Simancas)

[Nota número 10 a pié de página ( pag.19) del libro "El Pendón Real de Castilla", Ediciones Ámbito, 1983, Valladolid.)]