Con motivo del progresivo reconocimiento del pendón rojo carmesí como enseña de Castilla, algunas personas propalan la especie de que "el morado es el color de los regionalistas de izquierdas, y el rojo carmesí, de los de derechas".
Esta proposición es notoriamente falsa y parece necesario denunciar públicamente su inexactitud.
Es un hecho, una evidencia histórica que racionalmente no se puede negar, que la enseña de Castilla, como pueblo, como nacionalidad que desarrolló una lengua, una cultura y unas instituciones sociales, económicas y jurídicas peculiares, incluso a nivel de realización cívica en un Estado castellano, es el pendón rojo carmesí con el castillo dorado.
Pero no se trata ahora de este temo, sino de salir al paso del infundio y contribuir a la claridad frente a la confusión que tanto perjudica a la causa castellana.
No lo hacemos ciertamente porque rechazamos o creemos de peor condición ética a los regionalistas "de derechas". Nuestra concepción del regionalismo castellano -en la fase histórica que estamos viviendo, y en función de la crítica situación en que se encuentra la región- es la de una empresa popular, ciudadana y comunitaria , a la que son llamados todos los que sientan el espíritu castellano y aspiren a la renovación y resurgimiento cultural, económico y vital de nuestro pueblo. De esta tarea común -cualquiera que sea la opción política concreta que cada uno acepte- nadie puede ser excluido en principio, ni debe ser tratado en forma peyorativa por motivaciones ideológicas. Sólo los hechos podrán señalar y excluir a aquellos que con sus actos demuestren que únicamente representan a los explotadores, y también a los manipuladores, del pueblo de Castilla.
Reconocer que el color emblemático de Castilla es el rojo carmesí no es ser de derechas ni de izquierdas. Es, sencillamente, aceptar un hecho que forma parte de nuestra tradición como pueblo.
Por ejemplo, don Luis Carretero y Nieva, ingeniero segoviano, puede legítimamente ser considerado como el padre del regionalismo castellano. En 1918 publica su obra "La cuestión regional de Castilla la Vieja (El regionalismo castellano), en la que después de un completo análisis de todos los componentes de la identidad castellana, propone como objetivo inmediato la constitución de la Mancomunidad de las Diputaciones provinciales de Castilla.
Don Luis Carretero no fue un hombre conservador, sino hondamente progresista. Al término de la guerra civil española se exilió a Méjico, donde ha muerto, con el dolor de su definitiva ausencia de esta Castilla a la que amó y sirvió tanto.
En su obra fundamental, Las nacionalidades españolas, segunda edición publicada en Méiíco en 1952, podemos leer lo siguiente:
"Incluso en detalles pequeños y anecdóticos se observa el embrollo alrededor de Castilla. Por ejemplo, es frecuente oír hablar de su pendón morado. Este color nunca lo fue de Castilla, que tuvo por suyo el rojo, conservado como tal en Burgos, su antigua cabeza. El color morado parece que se lo dio Felipe IV a una guardia real que se creó en su reinado (tercio de los morados). Lo adoptó, pues, pasados siglos de que Castilla dejara de existir como Estado independiente, la casa real española. El escudo de Castilla es un castillo de oro sobre gules. Por un capricho de la Historía el color de Castilla es el rojo, y por tan poderosa razón, el morado tiene un origen real".
La hora, harto difícil pero esperanzada, de Castilla no es para que nos dediquemos a ponemos sambenitos unos a otros, sino para que nos sintamos solidarios y trabajemos juntos por la causa común,- que es, a nuestro entender, el despertar de la conciencia colectiva Y la promoción de todos los valores o intereses de nuestra tierra.
Para alcanzar estos objetivos, particularmente para el reencuentro con nuestra identidad de pueblo, es fundamental que sepamos enraizar en la tradición castellana, en la auténtica, y utilizar todos sus elementos válidos, como sustancia del progreso, que diría Unamuno. Afortunadamente, nuestra tradición es popular, democrática, comunera y foral: en una palabra, progresista. Toda ruptura con una tradición de esta clase constituiría un imperdonable error.
Conviene recordar, para no reincidir en la torpeza, el que amplios sectores de la Izquierda española cometieron en el pasado al ignorar el potencial renovador de la tradición nacional y abandonarlo en manos de las fuerzas reaccionarias. Se lo señaló Menéndez Pidal: "A pesar de Costa, Ganivet o Unamuno, las izquierdas siempre se mostraron muy poco inclinadas a estudiar y afirmar en las tradiciones históricas espacios coincidentes con la propia ideología. Tal pesimismo histórico constituía una manifiesta inferioridad de las izquierdas en el antagonismo de las dos Españas. Con extremismo partidista abandonan íntegra a los contrarios la fuerza de la tradición".
He aquí, para terminar, lo que no debe hacerse. Puesto que tratamos de encontramos como pueblo, es preciso que volvamos a nuestras fuentes y que, en todo lo que sea posible, positivo y valedero, permanezcamos unidos a la tradición del propio pueblo.
Castilla nº3 Abril 1979
lunes, marzo 31, 2008
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